Paseando por la Plaza de España de Sevilla y recorriendo sus mosaicos de azulejos dedicados a las provincias de España, llegamos al mural dedicado a León. Este mural, está dedicado a la historia de Alfonso VII de León (1105 – 1157).
Alfonso VII de León nació prácticamente entre polémicas hereditarias. Su padre, Raimundo de Borgoña falleció cuando el infante tenía tan sólo dos años y con cinco años, contempló como su madre Urraca I, se casaba con Alfonso I el Batallador. La pareja había acordado previamente que su sucesor fuera el futuro hijo que tuviesen, lo que eliminaba al pequeño Alfonso de la sucesión.
Sin embargo, una parte importante de la nobleza y el clero no etuvo de acuerdo con este pacto, llegando a rebelarse contra Alfonso I el Batallador.
En el año 1126 fallece Urraca I, siendo coronado Alfonso VII como monarca de León en la catedral leonesa, e iniciando inmediatamente la reclamación del trono de Castilla.
Las escaramuzas entre ambos bandos se sucedían y finalmente, los ejércitos se encontraron frente a frente en el valle de Támara. Sin embargo, los problemas internos de ambos monarcas (el rey leonés tenía que hacer frente a los requerimientos territoriales de su tía Teresa de León; y el rey aragonés debía defenderse de los almorávides) hacen que no se entable combate, llegándose a firmar el Pacto de Támara en la que ambos monarcas se comprometen a respetar los límites territoriales fijados por Sancho III el Mayor.
Alfonso I muere en 1134 sin descendencia, presentando el rey de León su candidatura al trono, alegando ser bisnieto de Sancho III. Al no ser aceptada su nobleza, Alfonso VII ocupa La Rioja y Zaragoza, extendiéndose su dominio hacia el Norte y controlando los territorios franceses hasta el río Ródano.
Entonces, decide retomar la idea imperial de Alfonso III y, el veintiséis de Mayo de 1135 se hace coronar en la Catedral de León Imperator Totus Hispaniae (Emperador de toda España), momento representado en el azulejo de la Plaza de España de Sevilla.
Una vez resueltos los problemas «domésticos», el Emperador Alfonso se dirige contra almorávides y almohades, tomándo las ciudades de Coria, Jaén, Córdoba y Almería. Apenas diez años después, Almería vuelve a caer en manos almohades; Alfonso intenta reconquistarla, pero es derrotado y fallece durante el camino de regreso a León.
Escudo de León
El escudo de León está compuesto por un campo de plata en el que figura un león rampante de púrpura, linguado, uñado, armado de gules (rojo).
Este escudo aparece timbrado con una corona abierta de oro (la forma de la antigua corona real, usada hasta el siglo XVI). En el escudo de la Ciudad de León aparece representada una corona marquesal en vez de la antigua real y el león no figura coronado.
Al producirse la unión en el año 1230 de los Reinos de León y Castilla con Fernando III el Santo se adoptó una heráldica común. Se dispuso que los elementos heráldicos castellanos (un castillo almenado de oro sobre un campo de gules) y leoneses formaran un escudo cuartelado. Es de destacar que en los cuartelados no había sitio para dos leones, hasta aquel momento pasantes, por lo que se les dispuso como rampantes para ocupar por completo los cuarteles que les correspondían. Esta es la disposición que ha llegado a la actualidad. El uso de la corona sobre la cabeza del león no apareció documentado hasta el reinado de Sancho IV. En numerosas ocasiones el campo del escudo castellano ha dado lugar a que el león aparezca representado erróneamente de gules (rojo) en vez de púrpura (morado).
Actualmente el escudo de León es el símbolo de la provincia y, acompañado por adornos exteriores, de la ciudad de León.